Descubren molécula esencial para la vida a 1,000 años luz
Un equipo de astrofísicos, encabezados por Susana Iglesias-Groth, del Instituto de Astrofísica de Canarias, halló un aminoácido esencial para el surgimiento de la vida en la Tierra, el triptófano, en una región de formación de estrellas a 1,000 años luz de distancia
La semana pasada dimos a conocer aquí el descubrimiento de un ingrediente esencial para la vida, el fósforo, en una de las lunas de Saturno, Encélado.
Esta semana -para sorpresa de muchos- un equipo de investigadores, encabezados por la astrofísica Susana Iglesias-Groth, del Instituto de Astrofísica de Canarias, España, dio a conocer en la revista Monthly Noticies of the Royal Astronomical Society, otro gran hallazgo en torno a la presencia de los componentes fundamentales para el surgimiento de la vida.
Se trata de un aminoácido de nombre triptófano, el cual ha sido encontrado en grandes cantidades en el material interestelar de una región en donde actualmente se están formando estrellas. Esta región -relativamente cercana en términos astronómicos- se encuentra a tan solo 1,000 años luz de la Tierra en el sistema estelar IC 348 en la constelación de Perseo.
El proceso de formación estelar suele producirse cuando grandes masas de gas forman paulatinamente estrellas debido a la atracción gravitatoria. Estas regiones de formación sirven como una especie de incubadora de astros que, si no existiesen, quizá el universo sería muy distinto a como lo es actualmente porque, sin la presencia de la fuerza de gravedad, sería imposible que se formasen objetos más masivos como astros y planetas.
Por otro lado, el triptófano representa tan solo uno de los 20 tipos de aminoácidos que, al combinarse, forman proteínas. Juntos, tanto aminoácidos como proteínas han contribuido directamente con el surgimiento y desarrollo de la vida en la Tierra y quizá también en otros sitios del cosmos.
Pero, ¿cómo es que los científicos se las ingeniaron para determinar que el aminoácido hallado a cientos de años luz de la Tierra era triptófano y no se trataba de otra molécula?
Resulta que cada átomo y cada molécula, al interactuar con los fotones de luz, emite y absorbe energía generando un patrón determinado (como una especie de huella dactilar que es única para cada elemento químico), que les indica a los investigadores de qué átomo y molécula se trata por muy lejana que se encuentre.
Este método, denominado espectroscopia -basado en el análisis e interpretación de las líneas espectrales de átomos y moléculas a partir de la interacción con la luz-, le permitió a Iglesias-Groth deducir que las líneas espectrales de emisión del triptófano también podrían estar presentes en otras regiones de formación estelar. De hecho, la presencia de aminoácidos es común en el gas y el polvo del que se forman planetas y estrellas.
Habría que destacar también que a los aminoácidos se les puede encontrar en meteoritos y además se sabe que estuvieron presentes en la formación del sistema solar. Por si fuera poco, existen de forma natural en las regiones donde se forman otros sistemas planetarios.
Para lograr este hallazgo, Iglesias y su equipo recurrieron a la gran base de datos obtenida a lo largo de los años por el telescopio espacial Spitzer de la NASA, el cual ha sido diseñado para captar ondas de luz en la región de los infrarrojos.
Que hayan utilizado un telescopio que capta infrarrojos y no otro tipo de longitudes de onda se debe a que el triptófano posee un patrón muy marcado de líneas espectrales en esta región del espectro electromagnético. Ello se debe a que la temperatura de esta molécula es de unos 7°C.
Y, entre más caliente está un objeto, conforme emite más energía y posee mayor temperatura, los científicos utilizan otro tipo de ondas para encontrar información sobre dicho objeto.
En el caso del hallazgo del triptófano, así como en el descubrimiento de otras moléculas, los científicos no necesitan recurrir a la utilización de telescopios que observen, por ejemplo, en el espectro donde se encuentran los rayos X o los rayos gamma, que suelen ser ondas muchísimo más energéticas y que, por lo mismo, producen una mayor temperatura y energía.
Otra de las conclusiones relevantes a las que llegó el equipo de astrofísicos de Canarias es que “las futuras búsquedas de aminoácidos en protoestrellas, discos protoplanetarios y en el medio interestelar serán clave para estudiar un origen exógeno de aminoácidos meteoríticos”, queriendo decir con ello que, pese a que la mayoría de los aminoácidos se encuentran en meteoritos, su origen debe rastrearse aún más allá, es decir, en el nacimiento de las estrellas, de los discos que forman planetas y en el llamado medio interestelar.
El medio interestelar representa todo el contenido de materia y energía que existe en el espacio que hay entre las estrellas, por lo que, donde aparentemente no hay nada, en realidad ese espacio está repleto de átomos, compuestos químicos y quizá también aminoácidos que contribuyan a que la vida en el universo se disemine de formas aún desconocidas por nosotros.
Quizá también, estudiando esos aminoácidos de los que aparentemente está plagado el universo, podamos comprender mejor cómo surgió la vida en la Tierra hace unos 4,000 millones de años.
En lo que respecta a las futuras misiones que se tienen contempladas para estudiar de forma más precisa todos los objetos que emiten en el espectro infrarrojo, incluyendo moléculas, la Agencia Espacial Europea está desarrollando un observatorio espacial de nombre Euclides (en honor del gran matemático del mismo nombre fallecido en Alejandría en el 285 a.C), cuyo objetivo será no solamente estudiar moléculas y otros compuestos químicos, sino también explorar la historia y expansión del universo y por qué éste se está acelerando cada vez a mayor velocidad.
Se espera que el lanzamiento de este prometedor telescopio espacial se produzca a mediados de julio de 2023 cuando un cohete de la empresa Space X, del magnate estadounidense Elon Musk, lo ponga en órbita alrededor de la Tierra