¿Por qué los hace y cómo enfrento los berrinches de mi hijo?
Los berrinches o rabietas se presentan con mayor frecuencia en los niños de 1 a 3, y pocas veces hasta los 4 años de edad. Hasta cierto punto son un comportamiento normal, ya están aprendiendo que no son uno con su madre, es decir, que son independientes, y que por lo tanto tienen distintos deseos y necesidades que los demás.
La manifestación de la frustración
A esta edad, tu hijo no sabe expresar muchos de sus sentimientos y deseos y ello le lleva a menudo a sentirse frustrado.
Según el Manual MSD para profesionales, en la rama de Pediatría, un berrinche es un estallido emocional violento, en general en respuesta a una frustración por no haber conseguido lo que se proponía.
Por ello, muchas mamás, papás y cuidadores en general nos preguntamos, entonces cuál es la mejor manera para calmarlo.
¿Ceder a sus exigencias?, ¿ignorarlo?, ¿reprimirlo?
Ya sé que cuando el angelito se tira en medio del pasillo del centro comercial pueden entrarte unas ganas locas de: 1) dejarlo ahí y tomar el primer vuelo a Timbuctú, o 2) levantarlo y sacarlo a la fuerza del lugar, para dejar de estar haciendo el numerito. La opción tres mejor ni la imaginemos.
Pero, aunque no hay recetas mágicas y cada circunstancia es diferente, sí hay maneras de tratar los berrinches una vez que están ocurriendo, y mejor todavía, de prevenirlos para que no sucedan.
Aquí en Me lo dijo Lola hemos hablado de algunos casos específicos, pero ahora trataré de hacerlo de una manera más general, que se aplique a un rango mayor de niños.
Es mejor prevenir
En un artículo, la UNICEF propone algo que parece muy obvio pero que a menudo se nos olvida: es mejor prevenir para que tu hijo no llegue al punto de hacer un berrinche, y en ese sentido, las recomendaciones de esta institución enfocada en la infancia son:
Distraerlo: si ves que tu hijo se empeña en que le compres un avioncito carísimo en la tienda y está a punto de emberrincharse por ello, cambia el foco de su atención a otra cosa. A veces unas cosquillas en la panza son suficientes; en otras ocasiones tendrás que recurrir a tu ingenio, pero el punto es que lo distraigas antes de que llegue el estallido de llanto o de rabia.
Presentarle la posibilidad de que elija: si el berrinche está a punto de producirse porque es la hora de bañarse, puedes darle a escoger si prefiere cenar primero. Como comentaba antes, en esta etapa tu hijo está probando su independencia y por ello darle espacio de tomar una decisión, hasta donde se pueda, le hará sentir seguro.
Evitar situaciones estresantes: sé que te encanta ir de compras (a mí también, y puedo estar horas probándome vestidos y zapatos antes de decidirme por algo) pero a los niños pequeños les choca. Piensa que son lugares encerrados, a veces pequeños, en donde no pueden tocar nada pero tampoco se pueden salir, ni correr, ni gritar. En resumen, no son espacios para ellos, así que mejor no los obligues porque casi con toda probabilidad te estarás ganando un berrinche.
Cuando ya está sucediendo
Mantén la calma. No te enganches y te pongas a gritar porque tú eres el ejemplo de tu hijo. Si no puedes controlarle, menos podrá lograrlo él.
Ignóralo en la medida de lo posible. Echa un vistazo rápido alrededor y si no hay objetos con los que pueda hacerse daño, dale la espalda y empieza a caminar. Si se trata de un lugar público, no te alejes y manténlo vigilado sin que se dé cuenta. Si de plano no puedes hacer esto porque exista riesgo de que se lastime, cárgalo firmemente y lleválo a un lugar seguro y privado.
Dale contención. Dile que se calme, que para que lleguen a un acuerdo sobre aquello que le molesta es necesario que puedan establecer un diálogo y que eso no es posible mientras esté gritando, llorando o pataleando. Incluso, trata de abrazarlo, bromear con él o recordarle un cuento o una anécdota que tenga que ver con la resolución de conflictos.
Importantísimo: no cedas a peticiones exageradas o absurdas. No te gastes la quincena en la última Play o en un carro a su medida que puede andar solo, porque entonces le estás mandando el mensaje de que basta perder el control para obtener lo que quiere y, como bien lo sabemos, eso sólo lo llevará a convertirse en un adulto frustrado.